Tomado de Enrique Peña Hernández: Folklorede Nicaragua.
Editorial Unión, Masaya, 1968.
La leyenda de La Mocuana se puede resumir así: Ha muchos
años, en los primeros días de la Colonia, la noticia de los yacimientos de oro
que según fama había en los dominios del Cacique de la tercera Villa de Sébaco,
llevó allí a muchos españoles, que fueron muy bien recibidos por el indio,
quien les entregó tamarindos de oro para que los enviasen al rey de España.
Después del obsequio, el Cacique rogó a los extranjeros que
se alejasen y no volviesen. Estos aparentaron hacerlo, pero al poco tiempo
regresaron; y esta vez con deliberadas intenciones de sojuzgar al jefe indio.
Habiéndolo sabido este, escondió sus tesoros. Únicamente su hija conocía el
secreto del escondite. Los españoles fueron derrotados.
Pasó el tiempo y habiendo llegado uno de los hijos de los
viejos españoles vencidos, se enamoró perdidamente de la hija del Cacique, que
era muy bella. Esta correspondió el amor; y como bien sabía ella que su padre
se opondría rotundamente al matrimonio, huyó con el español.
Generosa, le dio a su amante europeo las riquezas que poseía
y este, satisfecho, y no esperando nada más de la pobre india, la encerró en la
cueva de un cerro y le tapó su salida; pero ella, conocedora del lugar, logró
escapar por otro lugar.
La actitud de su amante le causó la perdida del juicio y se
convirtió en la bruja La Mocuana... Desde entonces se aparece en los caminos e
invita a los transeúntes a seguirla hasta la cueva. La gente dice que nunca le
han podido ver el rostro; solamente su larga y cimbreante figura y su preciosa
cabellera.