Un shuar iba de cacería e incrédulo imitó el canto del sapo
Kuartam, que vive en los árboles. “Kuartam-tan, Kuartam-tan”, lo retó en medio
de la noche, pero nada pasó. “Kuartam-tan, Kuartam-tan, a ver si me comes”,
dijo y rió. No lo hagas, le había dicho su mujer, porque puede transformarse en
un tigre. No le creyó.
Kuartam, el sapo, se convirtió en felino y lo comió.
Nada se escuchó de su ataque, pero la mitad del cuerpo del shuar había
desaparecido. Al alba, la muchacha decidió matar a Kuartam. Llegó hasta el
árbol donde el batració cantó la noche anterior. Tumbó el árbol que al caer
mató a Kuartam, que se había convertido en un sapo con un estómago inmenso.
La
mujer cortó rápidamente la panza de Kuartam y los pedazos del shuar rodaron por
los suelos. La venganza no le devolvió la vida al shuar pero su mujer pudo
contar que nunca es bueno imitar a Kuartam. A lo lejos de la tupida floresta se
escuchó un nuevo: “kuartam-tan, kuartam-tan”, sin saber si era un sapo o un
shuar a la espera de un tigre.