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domingo, 16 de noviembre de 2014

Mitos anécdotas y Leyendas del Perú… EL TUNCHI


Es el espíritu de los muertos, que regresan del otro mundo a cumplir alguna penitencia o el alma de los que van a morir y están recogiendo sus pasos antes de abandonar la tierra. Estas almas en pena, son entes etéreos que se anuncian a los vivos con un silbido lúgubre muy característico, con la resonancia de sus pisadas o con ruidos de las cosas o muebles que tocan causando temor y espanto a los que escuchan.

Algunas veces los tunchis se materializan bajo la forma de espectros o fantasmas de blancas vestiduras, que se desplazan a baja altura sin tocar el suelo.

Vaga por las noches oscuras de la selva, como alma en pena, unos dicen que es un ave, otros que es un espíritu del mal “diablo” que goza aterrorizando a la gente. Pero nadie lo ha visto, y todos lo reconocen con temor cuando en plena oscuridad lanza al aire un silbido penetrante “fin....fin...fin...” que por instantes se pierde en el monte a lo lejos, pero vuelve a silbar ya sobre el techo de una casa o a la orilla del río. Todo es tan rápido que la gente solo atina a persignarse o rezar, porque existe la creencia de que cuando silva con insistencia, por los alrededores de un pueblo, anuncia malos presagios y cuando lo hace sobre una casa enfermedad o muerte.

Burlarse del tunchi, insultarlo, puede costarle caro al atrevido, ya que lo hará enfurecer y entonces atacará con mayor insistencia, silbando... silbando... lo perseguirá tanto que hasta el más valiente terminará entrando en pánico, que puede llevarlo a la locura o muerte.

Dice la leyenda (aunque tal vez sea un caso que se deriva de esta), que una chica acababa de entrar a un convento como misionera y fue trasladada a la selva, ella venía de España.

No conocía muy bien las leyendas, y sobre todo por ser religiosa las que conocía, no les tomaba importancia. Esa noche, se habían reunido todas las monjas después de un viaje en lancha hasta un tribu llamada Los Boras, a rezar el rosario nocturno, como lo hacían diariamente.

Cuado iban por el segundo Ave María escucharon un silbido muy agudo, casi como el que hace una uña contra la pizarra, pero era diferente, era un silbido de alguna criatura. A la monja le extrañó que todas se hubieran quedado paralizadas y nadie dijera nada. Ella dijo: "¿Qué pasa? ¿No lo oyen, es horrible? ¿Qué es eso?". Las demás se miraron y parentemente se asustaron. En el instante en que la monja terminó la pregunta, el silbido cesó.

Todas se fueron a la cama, como si nada. Esa misma noche, todas dormían cuando escucharon un grito desgarrador que provenía de uno de los cuartos. Era la monja, no se sabe como enloqueció y aparentemente se suicidó.
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