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jueves, 16 de julio de 2015

Leyendas y Fabulas - La Viuda Del Tamarindo

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GUAYAQUIL Era un tamarindo antiguo que existía donde era la quinta Pareja. La quinta Pareja quedaba donde es ahora la Clínica Guayaquil. Las calles exactamente creo que son: Tomás Martínez y General Córdova, en esa área. 

En esa época era una finca. No era una quinta. Se llamaba quinta y era un lugar abandonado y los tunantes, o sea las personas que andaban tras del trago, iban solos, y en camino a casa, mira van una mujer vestida de negro que parecía muy bella. En ese tiempo no había pues mayor alumbrado. 

Entonces  el tunante, pues, éste que estaba, seguía ¿no? seguía, perseguía a la viuda ésta, a la aparición ésta, y ésta lo llevaba siempre a un tamarindo añoso lo llevaba allí. Cuando él iba pues, cuando él llegaba ya casi al pie del tamarindo y luego se volteaba y la viuda había sido una calavera de la muerte! Una calavera, de decir: tremenda! El tunante caía echando espuma por la boca.

Leyendas y Fabulas - El duende de San Gerardo

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El maestro universitario César Herrera Paula ha recopilado una serie de leyendas y tradiciones de nuestra provincia. Una de ellas es la que contamos a continuación.

En San Gerardo, población del cantón Guano, muy cerca de la ciudad de Riobamba, Juan trabajaba en un lugar muy distante del centro parroquial. Para llegar debía atravesar un bosque; salía de su casa a las 8 de la mañana y retornaba a las 8 de la noche.

Cierta ocasión mientras volvía, creyó escuchar pasos. No dio importancia, pero más allá escuchó una voz ronca que le dijo:

-          No mire atrás… únicamente dame tu cigarrillo.

Así lo hizo y prosiguió su recorrido. Al día siguiente llevó una cajetilla  y la voz nuevamente se dejó escuchar.

De reojo observó que se trataba de un hombre muy pequeñito, portaba un látigo en su mano, y llevaba en su cabeza un sombrero muy grande.

Juan se asustó y corrió desesperadamente. Al llegar a casa comentó lo sucedido y su madre le aconsejó llevar siempre un crucifijo.

Así lo hizo y al día siguiente, el hombrecillo no le pidió cigarrillos sino que empezó a castigarle con el látigo.
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