El rey triste y enfermo, hizo expulsar a la princesa del palacio, acompañada apenas por tres mudas de ropa, un vestido de palacio, uno de fiesta y su vestido de bodas.
La princesa en desgracia, no tuvo más remedio que deambular por los caminos sin destino, recorrió los pueblos y villas de los alrededores, vestida como mendiga para no sufrir la humillación de ser una princesa venida a menos. Mientras tanto, el tiempo transcurría. De tanto andar, llegó al reino de su ex prometido, quien se había convertido en rey tras la muerte de su padre.
El nuevo rey estaba en busca de una reina y para encontrarla, organizaba enormes fiestas. La joven sintió gran tristeza por aquella noticia, pues todavía estaba enamorada de él. Decidió entonces, que intentaría estar cerca de su príncipe, aunque por su condición de mendiga, no quería ser reconocida. Solicitó trabajo en las cocinas reales, como ayudante para los banquetes. Trabajó muy duro, ganando apenas el sustento para sobrevivir, pero su consuelo estaba en ver desde lejos a su amado.
Cierto día, el rey decidió organizar una fiesta a la que estaban invitados todos los miembros del personal de servicio de palacio. La cocinera dio aviso a sus ayudantes, pero prohibió a Alba que.