Escrito por : Isabel
En un lejano país vivía un rey muy poderoso que tenía tres
hijas, Amelia, Soraya y Alba, todas hermosas, todas prometidas en matrimonio,
pero la menor, Alba, era su preferida.
Cierto día, el rey llamó a sus hijas y a sus prometidos
junto a él para confesarles que se sentía viejo y sin fuerzas para gobernar.
-Me siento viejo, hijas mías. He decidido abdicar, pero no
pudiendo decidir a cuál de ustedes favorecer, partiré le reino en tres partes,
cada una proporcional al amor que me tengáis. Yo viviré un tiempo con cada una
de ustedes, acompañado por cien servidores.
La habitación quedó en silencio, que fue roto por la primera
pregunta del rey.
-¿Cuánto me quieres tú, hija mía?- preguntó el rey a su hija
mayor.
- Más que a mi vida, padre.- contestó Amelia.
El rey repitió la pregunta a su segunda hija, la que
respondió:
- Te quiero más que a nadie en el mundo, padre.- respondió
Soraya.
Ahora, el rey se dirigió a su hija favorita, con dulzura.
- Te quiero tanto como un hijo quiere a su padre y te
necesito como los alimentos a la sal.
La respuesta de Alba enfureció al padre, estaba decepcionado
y gritó.
- Esa no es forma de querer. Me has decepcionado, dividiré
el reino entre tus dos hermanas y tú no tendrás nada.
Al tiempo que el rey pronunciaba estas palabras, el
prometido de Alba se escabullía para huir de su novia pobre. En tanto, las
hermanas mayores se burlaban de la menor y de su suerte.
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