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martes, 4 de noviembre de 2014

Mitos y Leyendas… Mochica en Perú la Creación del ser Humano


La Cultura Moche o Mochica se manifestó entre los siglos I y VI d. C., ocupando un territorio que se extendió por gran parte de lo que hoy es la costa norte del Perú, abarcando lo que vendrían a ser, los departamentos de Ancash, Lambayeque y La Libertad, en la actualidad. Este mito fue tomado de la página web del Boletín de Nueva York:
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Luchaban en todas las esferas cósmicas los dos poderes eternos: los Dioses y los Demonios, el genio del Bien y el Poder Maligno, para establecer la supremacía de sus propios derechos y rodaban por los diferentes mundos y los espacios siderales, en abierta y constante rebelión.

El Bien pretendía crear al ser que los ayudara en la obra de la evolución, al hombre, y el Mal quería impedir esta realización, que le conllevaría un enemigo declarado.

Surcando el Universo, llegaron aquellas fuerzas luchadoras a la Tierra, en la cual nada existía fuera del algarrobo, que era una planta rastrera, reptante, endeble y raquítica, la cual nada era, nada significaba, ni nada producía. Y a pesar de su mínima importancia, una de las lianas del algarrobo, se enroscó en los pies del Genio del Mal, accidente que fue aprovechado por su enemigo para dominarlo.

Entonces, y en agradecimiento, dijo el jefe de los Dioses: "Como si te hubieras adelantado a mis deseos, has contribuído a mi victoria. Tú serás desde hoy mi siervo, mi semejante y mi aliado. Para que tengas poder, tú serás el candidato elegido para ser Hombre y tendrás las características de un Dios encerrado, de un Dios en potencia, de un Dios encadenado. Hombre por fuera y Dios por dentro serás, desde ahora, grande y fuerte en tu aspecto; severo y sereno en tu forma; eterno y constante en tu vida. No necesitarás de Mí, el Sol, para vivir, porque a nadie debes tu emancipación sino a tí mismo y a mí."

Y al conjuro mágico se creó el indio mochica, que salió del propio árbol del algarrobo, ya mayestático.

Pero el demonio, que no estaba muerto sino cautivo, produjo su maldición, diciendo: "Puesto que te has tornado en mi enemigo y has contribuído a mi derrota, Yo, el Genio del Mal, en oposición a las virtudes que te han sido otorgadas, te concedo, para siempre una parte de mí mismo. Serás mi vasallo, mi prójimo y mi aliado. Aunque seas grande y fuerte, el fuego de la pasión te convertirá en cenizas; aunque seas severo y sereno, te conmoverás cuando el viento de la adulación te roce; aunque seas eterno y constante en tu vida, pesará sobre tí el soplo del olvido y de la ingratitud, y aun cuando sólamente necesitarás del Sol para vivir y perdurar, estarás unido a la Tierra, con todos sus vacíos y defectos, puesto que sólo así podrás aprovechar aquella primicia celestial. Y ten presente que a Mí también debes tu liberación. A tí y a Mí."

fuente: mitosla.blogspot.com

Mito y Leyendas Azteca en México ... La guerra de los Soles


El pueblo Azteca, antes llamado mexica, fue el último de los grupos nahuatlacos que llegaron a la cuenca de México, a finales del siglo XIII, cuando la mayor parte de los territorios centrales del país habían sido ocupados. Por tal motivo, se vieron obligados a luchar incansablemente para establecerse en el gran lago de México, en donde construyeron su espléndida capital, Tenochtitlán. El siguiente mito sucede en el contexto de los Cinco Soles aztecas y fue tomado de la obra Guerreros, Dioses y Espíritus de la Mitología de América Central y Sudamérica, de Douglas Gifford.
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Se cuenta que, hace muchísimos años, hubo dos soles, uno viejo y otro joven. Un día, el viejo Sol le dijo al joven:
—Vamos a buscar un poco de miel para comer.
—Sí, me gustaría tomar un poco de miel —dijo el joven—, pero me duele una pierna y no puedo subir a un árbol.
—No te preocupes —le dijo el viejo Sol—. Yo subiré al árbol.
—¿Y me darás un poco de miel?
—Por supuesto —dijo el viejo Sol—. ¿Por qué no?
Los dos soles se adentraron en el bosque y pronto encontraron un árbol que tenía miel.
—Subiré y, desde lo alto, te tiraré parte del panal —dijo el viejo Sol. Y trepó al árbol, hasta llegar a una rama en la que las abejas habían hecho su panal. Enseguida empezó a atiborrarse del dulce líquido.
—¡Eh! ¿Y yo qué? —gritó el joven Sol desde abajo.
—Espera un poco. Enseguida te doy un poco —dijo el viejo Sol, desde la copa del árbol—. Abre la boca.

El joven Sol miró hacia arriba con la boca abierta, y entonces el viejo Sol le tiró un trozo de panal. Para desgracia del joven Sol, ya no quedaba ni una pizca de miel y aquello no era sino una masa de cera.

El joven Sol protestó, pero el viejo le dijo que él había comido exactamente lo mismo.
—Toma, prueba ese trozo —le gritó, arrojándole otro pedazo de cera. - El joven Sol se enfadó mucho.

—Ya te daré yo a ti cera, ya —murmuró; y comenzó a modelar figuras de animales con la cera, y a ponerlas alrededor del tronco del árbol.

Uno a uno, los pequeños animales de cera cobraron vida; hasta que, al fin, se convirtieron en una manada de agutís, que empezaron a roer la tierra y luego las raíces del árbol. El viejo Sol, que seguía trasegando miel, no se enteró de nada hasta que el árbol comenzó a resquebrajarse y a tambalearse.

—¿Qué pasa? —preguntó el viejo Sol—. Parece que el árbol se tambalea... ¡Socorro!

Y el árbol, en efecto, con gran estrépito, cayó al suelo. En ese instante el viejo Sol desapareció del mundo, pero en su lugar apareció una manada de cerdos, de los cuales descienden todos los cerdos y jabalíes que hoy día existen. Se cuenta que su carne es rica y dulce, pues nacieron del Sol que se había comido toda la miel de aquel panal.
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