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miércoles, 2 de julio de 2014

Leyenda Mexicana… El milagro de la flor de Nochebuena PARTE 2



MISA DE GALLO

Poco antes de la medianoche, las campanas comenzaron a sonar para anunciar la hora de la Misa del Gallo.

—Ven aquí, Camila, voy a arreglarte esa trenza —le dijo su mamá—, que ya es hora de ir a misa.

—No, mamá, este año no puedo ir —dijo Camila casi llorando—. Es imposible, no tengo ningún regalo para ofrecerle al niño Jesús.

—¿Qué tontería es esa, mi niña? Claro que vendrás a misa con todos nosotros. Y quiero que entiendas algo muy importante: no hay regalo más valioso que aquel que lleves en tu corazón.

Camila dijo que lo entendía y contuvo su llanto, pero sólo para no entristecer a su mamá.

LA IGLESIA

Todas las calles del pueblo se llenaron de gente que iba a la iglesia, con sus mejores ropas y con ofrendas para celebrar el nacimiento de Jesús. Camila iba detrás de sus padres, un poco rezagada a propósito, y cuando llegó ante la puerta de la iglesia se detuvo y no los siguió hasta el interior. ¿Cómo iba a entrar sin tener ni siquiera una vela que colocar en el altar?

Camila entonces se escondió entre las sombras de la vieja sacristía y se puso a llorar. Dentro de la iglesia se oía la música de los mariachis con sus guitarras y alegres cantos.

El milagro de la flor de Nochebuena

EL ÁNGEL

—Camila, pequeña, deja ya de llorar.

¿Quién le hablaba? Camila alzó la cabeza y miró a su alrededor muy sorprendida, pues allí no había nadie, y además esa no era la voz de su mamá ni de su papá. Parecía más bien la voz de un niño.

—Camila, ¿ves esas hojas verdes que crecen alrededor de mis alas? Recógelas y llévalas a la iglesia.

¿Alas? Si hablaba de alas sólo podía ser un pájaro, o tal vez… ¡un ángel! Camila entonces dirigió la vista hacia el ángel de piedra que había en la puerta de la sacristía. A su alrededor crecían unos hierbajos muy feos. ¿Cómo iba a llevarle eso al niño Jesús?

—No dudes ni tengas miedo, Camila. Arranca estas hierbas silvestres y llévalas hasta el altar del niño Jesús.

Camila no veía que la estatua de piedra moviera los labios pero ya no había duda de que el ángel le estaba hablando. A ella le daba vergüenza entregar semejante regalo al niño Jesús, pero no se atrevía a desobedecer al ángel, así que tiró con fuerza de las agrestes hierbas hasta tener en sus brazos un gran manojo de frondosas hojas verdes.

El milagro de la flor de Nochebuena

EL MILAGRO

Camila entró en la iglesia nerviosa y asustada. ¿Se reiría la gente al ver su triste ofrenda? Avanzó hacia el altar con manos temblorosas y sin mirar a los demás, aunque nadie se rió. Y allí, ante los cientos de velas que rodeaban la figura del niño Jesús, se arrodilló y dejó caer una lágrima sobre la pobre ofrenda que llevaba en los brazos.

Al contacto con esa lágrima de amor, aquellas vulgares hojas verdes, de manera milagrosa, cobraron un intenso color carmesí y adquirieron forma de estrella. Toda la gente dejó escapar una exclamación, pues eran las flores más bellas que jamás habían visto.

—Feliz Navidad, dulce niño Jesús —susurró Camila, que ahora se sentía plenamente feliz con su ofrenda.

Desde ese día, los mexicanos llamaron a la espléndida planta “Flor de Nochebuena”. Ésta comenzó a crecer abundantemente por todas partes y cada Navidad decora las casas y las iglesias del mundo entero.

Leyendas Nicaragüenses…El vuelo del pajarito de Dulce


Ovidio Ortega R.

A mi viejo pueblo se llega por un camino siempre fresco en la memoria. Sus casas, calladas de día, siempre cuentan historias cuando se hace de tarde.

En la casa de los Sequeira se cuentan historias desde hace más de cien años…

Su cocina, olorosa a miel de caña y leña seca, ha visto preparar desde siempre los dulces de melcocha.

Mientras la abuela Vilma amasa y el abuelo da forma a las figuritas de dulce, la pequeña Esmeralda imagina los lugares donde los mayores llegan a vender pájaros, armadillos, muñecas, canastas, flores y zapatos de dulce.

Un día, escuchando de su abuela sobre la alegría de las ferias, Esmeralda dijo entusiasmada: “¡Cómo me gustaría acompañarlos mañana al pueblo a vender figuritas de dulce!”

“Primero tendrías que demostrarme que sabes prepararlas muy bien”, contestó la abuela Vilma.

“Ah, y por supuesto colorearlas como lo hemos hecho siempre”, añadió el abuelo Alejandro.

Cuando todos fueron a dormir, la pequeña Esmeralda se quedó coloreando un pajarito de dulce que había moldeado con sus manos:

“Si resulta tan lindo como mis abuelos esperan, tal vez mañana me lleven a la feria.”

Y delineó sus ojos de dulce con el hisopo más fino hasta que le parecieron perfectos.

Esmeralda escuchó una música que venía del patio. “Es extraño, no es el gallo, aunque ya casi amanece”, dijo la niña entre sueños.

Al salir vio con sorpresa al pajarito de dulce entre las flores del jardín, y antes que pudiera decir algo éste le habló:

“No tengas miedo Esmeralda, vine a mostrarte los colores con los que podrías pintarme.”

“¿Cómo podrías hacerlo?”, contestó Esmeralda. “¡Si apenas tienes color en los ojos!”

“Sube a mi espalda”, la invitó el pajarito de dulce, “y te mostraré cuántos colores he visto.”

“Jamás he visto colores tan bellos”, exclamó Esmeralda, mientras volaban sobre las flores del campo.

“Siempre hay más colores que ver, si tienes paciencia”, dijo orgulloso el pájaro de dulce.

“Estos colores son los que quisiera dar a tu pico”, dijo maravillada la niña al ver las frutas maduras de la temporada.

“Siempre hay más colores que ver, si tienes paciencia”, repitió el pájaro de dulce.

Antes que Esmeralda pudiera decir palabra, al pasar por los árboles llenos de animales coloridos, el pájaro se adelantó a decir:

 “Siempre hay más colores.”

Zambullidos en el fondo marino, la niña se sorprendió ante los tonos del coral, estrellas, medusas y caracolas. El pájaro de dulce solo alcanzó a decir: “Blub – blub – club.”

Cuando aparecieron en el paisaje de la feria los vistosos trajes de los bailantes con toda la gracia de su movimiento, los caballos del carrusel, globos y algodones de azúcar, Esmeralda quedó muda de asombro. “¿Es posible que existan más colores?”, pensó la niña. El pájaro de dulce sonrió.

“¿Es posible que existan más colores?”, preguntó Esmeralda al pájaro de dulce en su viaje de regreso.

“Todos los que puedas imaginar”, contestó el pájaro.

“Todos los que puedas soñar”, alcanzó a escuchar Esmeralda al regresar del maravilloso viaje.

Los abuelos ya estaban camino a la feria cuando Esmeralda alcanzó a mirar por la ventana. “Esta vez tendré que quedarme”, pensó. “Por hoy tengo muchos colores que recordar para pintar mi pajarito de dulce.”

Y empezó a mezclar las tintas para sorprender a los abuelos con el más lindo pajarito de dulce que alguien haya pintado jamás.
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