MISA DE GALLO
Poco antes de la medianoche, las campanas comenzaron a sonar
para anunciar la hora de la Misa del Gallo.
—Ven aquí, Camila, voy a arreglarte esa trenza —le dijo su
mamá—, que ya es hora de ir a misa.
—No, mamá, este año no puedo ir —dijo Camila casi llorando—.
Es imposible, no tengo ningún regalo para ofrecerle al niño Jesús.
—¿Qué tontería es esa, mi niña? Claro que vendrás a misa con
todos nosotros. Y quiero que entiendas algo muy importante: no hay regalo más
valioso que aquel que lleves en tu corazón.
Camila dijo que lo entendía y contuvo su llanto, pero sólo
para no entristecer a su mamá.
LA IGLESIA
Todas las calles del pueblo se llenaron de gente que iba a
la iglesia, con sus mejores ropas y con ofrendas para celebrar el nacimiento de
Jesús. Camila iba detrás de sus padres, un poco rezagada a propósito, y cuando
llegó ante la puerta de la iglesia se detuvo y no los siguió hasta el interior.
¿Cómo iba a entrar sin tener ni siquiera una vela que colocar en el altar?
Camila entonces se escondió entre las sombras de la vieja
sacristía y se puso a llorar. Dentro de la iglesia se oía la música de los
mariachis con sus guitarras y alegres cantos.
El milagro de la flor de Nochebuena
EL ÁNGEL
—Camila, pequeña, deja ya de llorar.
¿Quién le hablaba? Camila alzó la cabeza y miró a su
alrededor muy sorprendida, pues allí no había nadie, y además esa no era la voz
de su mamá ni de su papá. Parecía más bien la voz de un niño.
—Camila, ¿ves esas hojas verdes que crecen alrededor de mis
alas? Recógelas y llévalas a la iglesia.
¿Alas? Si hablaba de alas sólo podía ser un pájaro, o tal
vez… ¡un ángel! Camila entonces dirigió la vista hacia el ángel de piedra que
había en la puerta de la sacristía. A su alrededor crecían unos hierbajos muy
feos. ¿Cómo iba a llevarle eso al niño Jesús?
—No dudes ni tengas miedo, Camila. Arranca estas hierbas
silvestres y llévalas hasta el altar del niño Jesús.
Camila no veía que la estatua de piedra moviera los labios
pero ya no había duda de que el ángel le estaba hablando. A ella le daba
vergüenza entregar semejante regalo al niño Jesús, pero no se atrevía a
desobedecer al ángel, así que tiró con fuerza de las agrestes hierbas hasta
tener en sus brazos un gran manojo de frondosas hojas verdes.
El milagro de la flor de Nochebuena
EL MILAGRO
Camila entró en la iglesia nerviosa y asustada. ¿Se reiría
la gente al ver su triste ofrenda? Avanzó hacia el altar con manos temblorosas
y sin mirar a los demás, aunque nadie se rió. Y allí, ante los cientos de velas
que rodeaban la figura del niño Jesús, se arrodilló y dejó caer una lágrima
sobre la pobre ofrenda que llevaba en los brazos.
Al contacto con esa lágrima de amor, aquellas vulgares hojas
verdes, de manera milagrosa, cobraron un intenso color carmesí y adquirieron
forma de estrella. Toda la gente dejó escapar una exclamación, pues eran las
flores más bellas que jamás habían visto.
—Feliz Navidad, dulce niño Jesús —susurró Camila, que ahora
se sentía plenamente feliz con su ofrenda.
Desde ese día, los mexicanos llamaron a la espléndida planta
“Flor de Nochebuena”. Ésta comenzó a crecer abundantemente por todas partes y
cada Navidad decora las casas y las iglesias del mundo entero.