Había una casa en medio de un inmenso campo, lejos de la
urbanización, donde vivían una mujer y su marido. Este último partía a labrar
el campo todas las noches, pues por la tarde siempre hacía un calor sofocante.
Siempre, sobre la medianoche, se podía oír el labrar del hombre en la tierra...
Una noche la pareja tuvo una gran discusión. Al llegar el
hombre a casa después del trabajo, la mujer cortaba unas verduras para la
comida. Él le pidió un vaso de agua para su resecada garganta; ésta se dispuso
a dárselo, pero recordando la pelea anteriormente sucedida, a ésta se le cayó
el cuchillo que empuñaba, con tan mala suerte, que le rebanó la mano a su
marido. Este, al ver su brazo inundado en sangre, corrió al coche y se dispuso
a ir al hospital más cercano, muy lejos de allí. Esa noche no volvió...
Al paso de los años, una noche, sola la mujer, se dispuso a
cocinar su comida. En ese momento empezó a oír el labrar que tanto tiempo había
permanecido silenciado, ese labrar al son de un baile macabro... Se dispuso a
asomar su tez por la ventana y... no había nadie. El ruido cesó. Y llamaron al
timbre, era un vagabundo pidiendo un vaso de agua. Ella no pudo negárselo, y en
el momento de dárselo mostró éste las dos manos sobre la mesa. Una entera y
otra cortada. La mujer, sin dejar de mirar el muñón solitario preguntó:
- ¿Quién te ha cortado la mano?
A lo que éste respondió:
- !!!!Túuuuuu!!!!