La leyenda sobre el dios Mulukú, el primer hombre y la
primera mujer es uno de los mitos africanos de la creación más conocidos.
Tras crear la tierra, el dios Mulukú pensó que sería una
buena idea dar vida a una especie que la cuidara y la disfrutara: la especie
humana.
Mulukú cavó dos agujeros en el suelo y de uno de ellos
surgió el primer hombre y del otro surgió la primera mujer.
Mulukú no sólo era un dios creador sino que también era la
divinidad de la agricultura y él mismo era un gran agricultor, el mejor de
todos. Pensó que si regalaba a la primera pareja humana el don de la
agricultura podrían sobrevivir por sí mismos y sin depender de nadie.
Mulukú dio al primer hombre y a la primera mujer semillas y
herramientas y les enseñó el arte de la agricultura: les enseñó a cavar, arar,
plantar las semillas, cuidar las plantas, podar, recolectar, etc.
Pero a la primera pareja no le gustaba trabajar y pronto
dejó de seguir las indicaciones de Mulukú y descuidó la tierra que el dios les
había entregado. Las plantas se secaron y los campos dejaron de producir.
Mulukú, enfadado por la desobediencia del primer hombre y la
primera mujer arrancó la cola del cuerpo de los monos y se la puso a la pareja
de humanos convirtiéndolos en monos.
El primer hombre y la primera mujer, ya transformados en
monos, desaparecieron entre los árboles. Entonces, Mulukú convirtió a los que
hasta ese momento habían sido monos en seres humanos y de ellos desciende la
especie humana.
Y esta es la leyenda del dios Mulukú, el primer hombre y la
primera mujer, una leyenda africana que esbozó la idea de que los seres humanos
descendemos del mono mucho antes de que Darwin formulara su famosa teoría de la
evolución.