El pueblo Azteca, antes llamado mexica, fue el último de los
grupos nahuatlacos que llegaron a la cuenca de México, a finales del siglo
XIII, cuando la mayor parte de los territorios centrales del país habían sido
ocupados. Por tal motivo, se vieron obligados a luchar incansablemente para
establecerse en el gran lago de México, en donde construyeron su espléndida
capital, Tenochtitlán. El siguiente mito sucede en el contexto de los Cinco
Soles aztecas y fue tomado de la obra Guerreros, Dioses y Espíritus de la
Mitología de América Central y Sudamérica, de Douglas Gifford.
.
Se cuenta que, hace muchísimos años, hubo dos soles, uno
viejo y otro joven. Un día, el viejo Sol le dijo al joven:
—Vamos a buscar un poco de miel para comer.
—Sí, me gustaría tomar un poco de miel —dijo el joven—, pero
me duele una pierna y no puedo subir a un árbol.
—No te preocupes —le dijo el viejo Sol—. Yo subiré al árbol.
—¿Y me darás un poco de miel?
—Por supuesto —dijo el viejo Sol—. ¿Por qué no?
Los dos soles se adentraron en el bosque y pronto
encontraron un árbol que tenía miel.
—Subiré y, desde lo alto, te tiraré parte del panal —dijo el
viejo Sol. Y trepó al árbol, hasta llegar a una rama en la que las abejas
habían hecho su panal. Enseguida empezó a atiborrarse del dulce líquido.
—¡Eh! ¿Y yo qué? —gritó el joven Sol desde abajo.
—Espera un poco. Enseguida te doy un poco —dijo el viejo
Sol, desde la copa del árbol—. Abre la boca.
El joven Sol miró hacia arriba con la boca abierta, y
entonces el viejo Sol le tiró un trozo de panal. Para desgracia del joven Sol,
ya no quedaba ni una pizca de miel y aquello no era sino una masa de cera.
El joven Sol protestó, pero el viejo le dijo que él había
comido exactamente lo mismo.
—Toma, prueba ese trozo —le gritó, arrojándole otro pedazo
de cera. - El joven Sol se enfadó mucho.
—Ya te daré yo a ti cera, ya —murmuró; y comenzó a modelar
figuras de animales con la cera, y a ponerlas alrededor del tronco del árbol.
Uno a uno, los pequeños animales de cera cobraron vida;
hasta que, al fin, se convirtieron en una manada de agutís, que empezaron a roer
la tierra y luego las raíces del árbol. El viejo Sol, que seguía trasegando
miel, no se enteró de nada hasta que el árbol comenzó a resquebrajarse y a
tambalearse.
—¿Qué pasa? —preguntó el viejo Sol—. Parece que el árbol se
tambalea... ¡Socorro!
Y el árbol, en efecto, con gran estrépito, cayó al suelo. En
ese instante el viejo Sol desapareció del mundo, pero en su lugar apareció una
manada de cerdos, de los cuales descienden todos los cerdos y jabalíes que hoy
día existen. Se cuenta que su carne es rica y dulce, pues nacieron del Sol que
se había comido toda la miel de aquel panal.
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