Mario Sánchez Ruiz
(Santa cruz de la sierra)
Cuenta mi abuelo, que cuando él era joven, allá por los años
1900, un día fue a una fiesta en el pueblo, que se llama Padcaya, el vivía a
unos tres kilómetros del pueblo, para llegar al mismo tenía que cruzar el rio
cabildo, bueno la historia es que la fiesta estaba animadísima, la chicha comenzó
a calentar los espíritus y el cuerpo, comenzaron los jóvenes a lanzar las
coplas a las mozas y copla va y copla viene.
el ambiente se puso sabor a
verano, las mujeres comenzaron a bailar la rueda y la cueca y los mozos sin la
timidez que tenían al comienzo, se embriagaron de pasión y cada cual agarro su champaca
y mi abuelo quedo solo, pero no toda la noche fue así, al promediar las 11 de
la noche, entro a la fiesta una champaca vestida de negro, que fue la atención
de todos los mozos y mi abuelo ni corto ni perezoso, se acercó a ella, le
invito un mate de chicha, a lo que ella acepto y sin más formaron la pareja de
la noche, bailando, cantando coplas, y la pasión se encaramo en el cuerpo de mi
abuelo cabalgando como un potro sin control, cerca de las doce de la noche,
ella le musito al oído que si el quería, la llevara donde estén solos, y no fue
más, la tomo de la cintura, la saco de la fiesta y la subió a las ancas de su
caballo, el cual relincho al sentir el cuerpo de la moza y se puso brioso, y
lanzo el pique paz el campo abierto, llegaron al rio, lo cruzaron y bajaron
debajo del puente, en cuanto la mujer se bajó, el caballo se encabrito,
relincho y como si el alma lo llevara el viento galopo dejándolos solos, mi
abuelo no se cambiaba por nadie, estaba con la moza más apetecida de la fiesta
y el orgullo le subía al rostro lo mismo que la pasión, con pasión empezó a
besarla y fue correspondido, se acostaron a orillas del rio y en el mismo
instante que él se alistaba como hombre y ella como mujer, sonaron las campanas
del pueblo que daban las doce de la noche y como si llegara el invierno de
repente sintió una ráfaga fría y un olor de ultratumba se volcó para verla a
ella y se topó, con una calavera que reía a todo pulmón, no se acuerda que es
lo primero que hizo, pero los pelos se le erizaron haciendo chispas y le broto
sangre de las narices y la calavera seguía riéndose, como pudo se paró, corrió
hacia el pueblo y lo último es que llego a la fiesta tartamudo y lleno de
sangre el rostro y solo atinaba a repetir, era mandinga, todos salieron a
buscar a la mujer debajo del puente y solo encontraron las huellas que habían
estado dos cuerpos acostados y nada más, desde esa noche en el pueblo, todos
los mozos tenían el cuidado de no escoger a cualquier moza y menos si vestía de
negro.
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