La solitaria Luna quería bajar a la Tierra para poder pisar
las verdes praderas y descender las colinas hasta llegar al mar. Como se sentía
presa en el espacio lloró lágrimas de plata, provocando la piedad de las nubes.
Estas decidieron formar un telón para dejar la noche más oscura que la boca de
un lobo y así, la Luna, podría bajar sin que nadie se diese cuenta.
Voló y tocó las colinas llenas de flores y perfumes. Cuando
llegó al río se vio su redonda y pálida carita reflejada en las aguas; la
traviesa, se dio un baño. Pero apareció un jaguar, que al verla, creyó que era
una tortilla de maíz y se avalanzó sobre ella. El cuchillo de un cazador evitó
el ataque y acogió en su casa a la Luna, dándole de comer la última mazorca de
maíz de su cosecha.
La Luna regresó a su puesto apenada por la precaria
situación de sus salvadores, derramando de nuevo lágrimas de plata. Al
amanecer, éstas habían germinado y creado unos arbustos desconocidos en la
puerta de sus amigos. Como éstos tenían mucho hambre cogieron las hojas e
hicieron una infusión que les hizo sentirse más animados. El arbusto se
desarrolló por todas partes haciéndose famoso y conociéndose como yerba mate.
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