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viernes, 24 de abril de 2015

Leyendas Para Niños El lago acusador - Cortas De España

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Hace muchos años, en un bosque que se extendía bajo un monte, había un albergue para cazadores, donde solían pasar la noche quieren perseguían jabalíes y ciervos.

Una noche que caía una fuerte tormenta, llamaron a las puertas del albergue. El posadero, desconfiado por la hora que era, se asomó por la mirilla. Ahí, tocando con el pomo de su espada, estaba un caballero cuyas ropas, aunque empapadas, eran lujosas y elegantes. El posadero abrió la puerta, pensando que ese caballero le pagaría bien por sus servicios.

Una vez que entró el recién llegado, se quitó su capa de terciopelo rojo, la colgó en una percha cerca de la chimenea para que se secara y pidió un buen vaso de vino y algún guiso caliente para cenar.

Terminó su cena. Pero la tormenta no amainaba, así que decidió quedarse a pasar la noche en el albergue. Entonces pidió al posadero que le preparara una habitación para dormir.

El posadero había visto los ricos anillos de oro con rubíes y diamantes que llevaba el caballero. Se imaginó que la bolsa que traía el huésped estaría llena de oro y comenzó a llenarse de pensamientos codiciosos.

Rápidamente preparó la hbitación, ofreció al caballero otro vaso de vino para que lo bebiera antes de dormir y se retiró pronto, diciendo que tenía que levantarse en la madrugada para empezar a trabajar.

El caballero, por el cansancio y por el vino que había bebido, se durmió profundamente.

Mientras, el posadero se metió a su cuarto y buscó un afilado cuchillo. Escuchó con atención durante un rato y, al no escuchar sonido alguno, supo que el caballero dormía. Entonces salió de su cuarto y llegó al del caballero. Abrió la puerta con cuidado para no hacer ruido y, como un tigre sobre su presa, se abalanzó sobre el caballero durmiente y le clavó el cuchillo varias veces en el pecho. Luego encendió una vela, y comprobó que el desdichado huésped estaba muerto. Entonces registró su bolsa y sus ropas, donde, como lo había imaginado, encontró muchas monedas de oro.

Una vez que puso las monedas y las joyas del caballero en lugar seguro, regresó a la habitación del caballero con un gran saco y allí metió el cadáver. Luego, se llevó el saco arrastrando hasta la orilla de un lago cercano, lo terminó de llenar con piedras para que se hundiera, lo cerró muy bien y lo arrojó al agua. Después regresó corriendo al albergue y, feliz con el resultado de su fechoría, limpió toda posible huella de su crimen y durmió  a pierna suelta el resto de la noche.

Al día siguiente buscó por todas partes el cuchillo que tenía grabado su nombre en la hoja, pero no lo encontró. Primero se asustó mucho pensando que el arma se había quedado clavada en el cadáver, pero luego se tranquilizó al recordar que el caballero asesinado estaba en el fondo del lago, y nadie nunca había llegado a tocar ese fondo, pues el lago era muy profundo.

Meses después de aquello hubo un fuerte sismo, a consecuencia del cual se abrió una grieta en la tierra por donde se fue toda el agua del lago que quedó casi seco.

Entonces los vecinos del lugar, en el fondo lodoso, vieron un saco. Lo abrieron, y en su interior encontraron un esqueleto rodeado de piedras. Cuando lo sacaron, vieron que tenía clavado un cuchillo en el pecho. Llamaron a los alguaciles y éstos, al sacar el cuchillo y examinarlo, se dieron cuenta de que en la hoja tenía grabado el nombre del posadero.

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