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lunes, 13 de abril de 2015

Leyendas cortas de México - El Cocay y el Curandero

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Había una vez un curandero que sabía curar muy bien. Todos los habitantes del Mayab lo querían mucho por sus buenas dotes. Para aliviar a los enfermos empleaba una piedra verde que guardaba en el bolsillo, la tomaba entre sus manos, le susurraba algunas palabras, y los enfermos se curaban. Un día el curandero fue a la selva, se acostó y se quedó dormido. Un fuerte aguacero lo despertó y, en las prisas por guarecerse, la piedra verde se le salió del bolsillo. Cuando llegó a su casa, una señora le esperaba para que curase a su hijito, al momento de que el curandero iba a sacar su piedra se dio cuenta de que la había perdido. Para encontrarla le pidió ayuda al Zopilote, la Liebre, el Venado y el Cocay (luciérnaga) quienes conocían muy bien la selva. Al que la encontrara el curandero lo premiaría. 

Todos salieron a buscarla. El Venado la halló, pero se la tragó al verla tan bonita, pensando que con ella curaría a las personas que le pagarían buen dinero. Pero la piedra le cayó mal al estómago, la vomitó y salió huyendo. Los otros animales se habían cansado de tanto buscar inútilmente y desistieron. Solamente siguió buscando el Cocay. Gracias a la luz que de repente salió de su cuerpo encontró la piedra, la tomó y se la llevó a su dueño. El curandero le dio las gracias afirmándole que él mismo se había premiado, pues la luz que emanaba de su cuerpecito simbolizaba su nobleza y su inteligencia. Y le dijo: -¡desde hoy te acompañara esa luz por siempre!

Todos los animales lo felicitaron, menos la Liebre que estaba envidiosa de la luz el Cocay y quiso robársela. Le pidió al Cocay que le enseñara su luz, y al momento le cayó encima, pero la Luciérnaga logró desprenderse y se colocó en la frente de la Liebre quien confundió la luz con un rayo. Asustada, la Liebre daba de brincos para apagar el supuesto fuego del rayo, desesperada se arrojó a un cenote; el Cocay voló riéndose de la pobre Liebre que salió del cenote completamente empapada y muerta de miedo.

Desde entonces, la Liebre y todos los animales de la selva respeten mucho al Cocay, ya que temen que un día su luz los engañe como sucedió con la burlada Liebre.

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