El principal de los dioses del panteón celta era hijo de
Del-Bath, que es un fomoireo o genio maléfico, y Eri, aunque la mayoría de los
dioses aparecen como progenitores de Lugh. Guerrero, sabio, mago, músico y maestro
de todas las técnicas, es el jefe de los Tuatha de Danann.
Los fomoireos ocupaban Irlanda oprimiendo a sus habitantes,
mientras el rey de los Tuatha de Danann, Nuada, que había perdido un brazo en
combate, estaba impedido para reinar. Los Tuatha de Danann, para atraerse la
simpatía de sus subditos, eligieron como rey al fomoireo Bres, pero éste
resultó ser un mal rey. Después de algún tiempo, obligaron a Bres a restituir
el poder, ya que el dios-médico Diancecht, había fabricado para Nuada la prótesis
de un brazo de plata con todas las cualidades de un brazo natural.
Bres huyó a casa de su padre, el rey de los fomoireos, para
reclutar una inmensa armada e invadir Irlanda. Se presentó entonces un joven y
brillante guerrero, Lugh, que pretendía poseer todas las cualidades necesarias
para gobernar, lo que demostró, primero con el arpa tocando los tres aires de
la música irlandesa (el aire que hace llorar, el aire que duerme y el aire que
da alegría); volvió a poner en su sitio la piedra de Fal, que solo podían
desplazar ochenta bueyes y, por fin, ganando un torneo de ajedrez contra el
rey.
Nuada quedó asombrado y le proclamó sabio entre sabios,
otorgándole además el trono durante trece días para que pudiera organizar el
combate contra los fomoireos.
Lugh comenzó distribuyendo las tareas para comenzar la
pelea, así los druidas unirían las aguas en contra de los fomoireos, los
artesanos se encargarían de fabricar las armas, los campeones llevarían el peso
de la lucha, los médicos curarían a los heridos… todo estaba tan bien ordenado
que los fomoireos fueron vencidos y Bres hecho prisionero, aunque se le perdonó
la vida con la condición de que entregara los secretos de la prosperidad.
La participación de Lugh fue limitada, ya que era muy
valioso por sus conocimientos, permaneciendo por encima de la pelea; aun así
recorrió los dos frentes mientras pronunciaba la maldición suprema, provocando
así la victoria. Además, consiguió, con un golpe de honda, reventar el ojo de
Balar, cuya mirada era paralizante.
En las representaciones de este dios se conjugaban los
elementos divinos y los terrenales, apareciendo como un hombre de edad madura,
con las orejas y los cuernos de un ciervo y portando un torque sagrado,
acompañado de una serpiente con cabeza de carnero.
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