Cuentan los viejos que entre Totomoxtle y Coatzintlali
existía una caverna en cuyo interior los antiguos sacerdotes habían levantado
un templo dedicado al Dios del Trueno, de la lluvia y de las aguas de los ríos.
Eran tiempos en los que aún no llegaban los hispanos ni las portentosas razas,
conocidas hoy como totonacas, que poblaron el lugar de Veracruz que después
llamaron Totonacan. Y siete sacerdotes se reunían cada tiempo en que era
menester cultivar la tierra y sembrar las semillas y cosechar los frutos, siete
veces invocaban a las deidades de esos tiempos y gritaban entonaban cánticos a
los cuatro vientos o sea hacia los cuatro puntos cardinales, porque según las
cuentas esotéricas de esos sacerdotes, cuatro por siete eran 28 y ventiocho
días componen el ciclo lunar.
Siguen diciendo las viejas crónicas que se han convertido en
asombrosas leyendas, que esos viejos sacerdotes hacían sonar el gran tambor del
trueno y arrastraban cueros secos de los animales por todo el ámbito de la
caverna y lanzaban flechas encendidas al cielo. Y poco después atronaban el
espacio furiosos truenos y los relámpagos cegaban a los animales de la selva y
a las especies acuáticas que moraban en los ríos.
Llovía a torrentes y la tempestad rugía sobre la cueva
durante muchos días y muchas noches y había veces en que los ríos Huitizilac y
el de las mariposas, Papaloapan, se desbordaban cubriendo de agua y limo las
riberas y causando inmensos desastres. Ycuanto mas arrastraban los cueros mayor
era el ruido que producian los torrentes y cuanto más se golpeaba el gran
tambor ceremonial, mayor era el ruido de los truenos cuanto más relámpagos
significaba mayor número de flechas incendiarias.
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