Esta diosa aparecía representada como una mujer fuerte,
valerosa, generalmente en actitud de combate, en algunos relives aparece
luchando, siempre dando ánimos y primando el coraje de sus compañeros de lucha,
conocida por el epíteto homérico de “Destructora de Ciudades”.
Enio era la compañera perfecta de Ares: si uno era el dios
de la la Guerra, la otra era la diosa de las Batallas, de hecho se consideraba
que Ares y Enio eran hermanos que frecuentemente acudían juntos a la guerra,
con Enio encargada de preparar la máquina de guerra para Ares, su carro.
Tanto Ares como Enio recibieron un culto muy arraigado y
profundo en Roma, tanto en la ciudad como en el Imperio, recibiendo un tributo
similar a la diosa Belona, cuyo templo en Roma servía para mantener las
reuniones de los senadores con emisarios extranjeros, como muestra del peligro
que todo lo foráneo podía provocar. Además era el lugar donde los feriales,
casta militar de sacerdotes, estaban autorizados a declarar la guerra contra
los enemigos.
Las fiestas en honor de esta divinidad estaban controladas
por estos sacerdotes y en ellas participaban fundamentalmente hombres, que en
las procesiones recorrían las ciudades autolesionándose, para conseguir los
favores de la diosa. En Tebas y Orcómeno se celebraba un festival en honor de
Zeus, Deméter, Atenea y Enio.
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