Los cíclopes eran gigantes con un solo ojo en mitad de la
frente. Los primeros cíclopes eran hijos de Urano y Gaya, dioses del cielo y de
la tierra respectivamente. Quedaron encerrados en el cuerpo de su madre debido
al miedo que su padre tenía de que le pudiesen destronar. Después de que el
titán Cronos le arrebatase el trono a su padre Urano, fueron liberados durante
un tiempo, pero pronto volvieron a ser encerrados en el Tártaro, la parte más
desoladora del Averno. Zeus, hijo de Cronos, los liberó para siempre, pues él y
sus hermanos necesitaban su ayuda para controlar el universo en la batalla de
los titanes frente a Cronos y otros titanes. Gracias en parte a los cíclopes,
Zeus y sus hermanos consiguieron ganar. Los cíclopes, en agradecimiento por su
liberación, le forjaron a Zeus sus rayos, a Poseidón su tridente y a Hades el
casco que le hacía invisible. La imagen de los cíclopes como hábiles artesanos
que ayudaban a Hefesto permaneció durante toda la Antigüedad. Horacio, poeta
romano del siglo I a.C, se refirió en varias ocasiones a «las poderosas forjas
de los cíclopes localizadas en el famoso volcán Etna. Según Virgilio, fue en lo
más profundo del volcán donde forjaron la armadura de Eneas. Los muros de las
ciudades griegas de Tiryns y Micenas habían sido construidas por los cíclopes.
Homero presenta un retrato muy distinto de ellos en la
Odisea. En su regreso de Troya, Odiseo llegó a una isla habitada por los
cíclopes, quizá Sicilia. Se trataba de seres «confiados, sin leyes ni ideas
sobre el cultivo de plantas, que confiaban en la gracia de los dioses». No
tenían ninguna cualidad técnica, sino que eran pastores primitivos poco
hospitalarios. El cíclope Polifemo, hijo de Poseidón, devoró a seis de los
hombres de Odiseo y mantuvo al resto de la tripulación encerrada en una cueva
con el objetivo de devorarlos cuando tuviese hambre. Odiseo, que le aseguró a
Polifemo que su nombre significaba «nadie», lo emborrachó y le clavó en su ojo
una estaca prendida. Cuando los otros cíclopes le oyeron gritar, le aseguró a
sus compañeros que «nadie» le había clavado una estaca en el ojo, lo que hizo
que todos creyesen que había enloquecido. Esto permitió a Odiseo y sus hombres
huir de la cueva ocultos en las pieles de las ovejas (ver Odiseo y Poliphemus).
Los cíclopes malvados y caníbales de Homero fueron desde
entonces el modelo de gigantes para multitud de cuentos infantiles, desde
Ronaldd Dahl hasta los hermanos Grimm.
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